
La intención fundamental de Mil Novecientos es repensar nuestro entorno. Con fundamental queremos hacer referencia a dos conceptos; por un lado es aquello que consideramos más importante y destacado, por otro también podemos utilizarlo en el sentido de cimiento, de punto de partida y referencia para que las acciones posteriores tengan sentido y coherencia. Con ello queremos alejarnos de toda ideología preestablecida, de prejuicios y posturas fijistas que sólo sirven para que se haga más opaca la venda que ciega nuestro entendimiento. La teoría ha de ir siempre detrás de los hechos, básicamente porque la realidad es la que es y deviene según su propio curso y naturaleza. Las ideologías fanáticas, forjadas previamente al examen de la realidad, suelen pensar que es la realidad la que se equivoca, y por ello sólo pueden ver la parte sesgada de los hechos que hacen verdadera su teoría. Es cierto que esta postura proporciona una sensación de seguridad al
individuo que la mantiene, pero no es una actitud sincera ante la vida, sino más bien una huida desesperada y a trompicones de cualquier tipo de bella incertidumbre; y sobretodo, y más importante, que no nos sirve a aquellos que, honesta y positivamente, buscamos hacer algo por nosotros mismos y nuestra sociedad. La explicación de ello es muy simple, ¿Cómo vamos a cambiar algo que no conocemos?, ¿Cómo vamos a mejorarlo si tan siquiera alcanzamos a entender qué es lo que está mal? Parece imposible ¿no?, pues tal es la osadía. Yo no sabría arreglar mi coche, básicamente porque ignoro cómo funciona.
Pero, la observación y crítica de uno mismo y de la sociedad en la que está inserto (que al fin y al cabo es una estructura análoga a la de la persona, pero con un grado muchísimo más elevado de complejidad) es siempre la tarea más difícil. Uno, suele ser siempre el primer sorprendido de sus defectos, en numerosas ocasiones, también de sus virtudes. Esto,señores, es lógico que sea así, la objetividad la da cierta perspectiva, cierto alejamiento. Es de común dominio el hecho de que, desde fuera, todo se ve más fácil. Pero como contrapartida a esta dificultad, contamos con una ventaja. que bien podría resumirse con el famoso latinajo: "Nihil humanum a me alienum puto" (Nada humano me es ajeno). O lo que es lo mismo, tengo un cierto tipo de conocimiento (de familiaridad, intuitivo, prerreflexivo, preconsciente…) de aquello que es lo que me pasa, de los problemas de la sociedad en la que vivo inmerso. Quizás no podamos expresar con claridad en
un primer momento qué es, ni cómo solucionarlo, pero todos experimentamos un cierto malestar cuando las cosas no marchan bien; por ejemplo, la mayoría de nosotros a pesar de no poseer estudios superiores en economía o arte somos capaces de percibir tanto la brutal crisis que está asolando la finanza mundial como las variopintas canalladas artísticas que se cometen contra nuestro patrimonio , y eso, se lo debemos a una cierta experiencia vital que vamos acumulando así como a una sensibilidad, en este caso estética, de índole prerracional, ya que en ninguno de los dos casos nos ha hecho falta sentarnos con actitud reflexiva para manejar nuestro intelecto concienzudamentel y cotejar datos, sino que en el primer caso nos basta mirar a nuestro alrededor para notar la problemática y honda preocupación y en el segundo sentimos un rechazo, una desagradable sensación ante el contacto visual con la desfachatez.
Una vez presentada la actitud reflexiva que creemos ha de mantener 1900, debemos arrojar un poco de luz sobre cual tiene que ser el objeto de reflexión. qué es aquello sobre lo que queremos reflexionar. No hace falta irse muy lejos, vamos a preguntarnos de forma especial por el siglo XX y algunos de sus rasgos más distintivos y esenciales. Eso no quiere decir que no quepan acercamientos a la historia y cultura de otras épocas, de hecho muchas veces será necesario si queremos comprendernos. La historia siempre determina y configura el presente en cierta manera. De hecho el siglo XX, sería incomprensible sin la influencia de los movimientos ilustrado y romántico.
Pero, como es lógico, nuestra cosmovisión, es decir, nuestra forma de entender la realidad, está totalmente configurada por los paradigmas que convivieron y estuvieron vigentes a lo largo del siglo XX. Por eso, si queremos entendernos, y superarnos, hemos de pensar todo aquello que aconteció en este, nuestro pasado más reciente.
Podemos reconocer fácilmente dos esquemas de pensamiento que han servido como configuradores de este siglo: los de vanguardia y tradición. El inquisitivo y profundo análisis así como la posterior conjugación de los mismos, constituye el eje filosófico central de Mil Novecientos. La vanguardia y la tradición son dos movimientos que van de suyo unidos al devenir histórico. Es decir, que son lógicamente necesarios y coherentes con el mismo. Toda persona o sociedad, está intrínsecamente constituida por la vanguardia y la tradición. Ya lo decía Heidegger en la obra filosófica más importante del siglo XX, "Ser y tiempo". Somos esencialmente eso, tiempo, es decir, nuestra existencia está constituida por la experiencia temporal. Esto significa que estamos ubicados en el presente, pero ello implica necesariamente, que esta ubicación viene configurada por nuestra experiencia pasada (lo que hemos sido hasta ahora), y nuestras expectativas sobre el futuro. Nuestros
proyectos, aunque no sean fácticamente todavía, configuran, en cierta medida, lo que somos ahora. Es decir, que nuestra tendencia a mirar hacia el pasado y el futuro, es parte constitutiva de nuestra humanidad. No podemos funcionar de otra manera. De ahí que, los movimientos vanguardistas o tradicionalistas, no tengan nada de malo, ni quizás tampoco de bueno, la cuestión es probablemente mucho más simple, funcionamos así y punto.
El problema surge cuando no se tiene una actitud prudente y reflexiva ante los mismos, lo que desemboca en posturas fijistas y prejuicios que como he mencionado antes, no nos permiten juzgar la realidad tal y como es, sino de manera incompleta.
Si tanto la mirada hacia delante, la vanguardia, como la vista atrás, la tradición, forman parte de nuestra naturaleza ¿por qué hemos de quedarnos únicamente con una de las dos, como se ha hecho a lo largo del siglo XX? Quizás haya quien piense que porque algo forme parte de nuestra naturaleza, no necesariamente hemos de escogerlo, dejándonos llevar por lo inherente. Y no seré yo quien le desdiga, pues es así como se ha producido precisamente la evolución cultural del ser humano, desligándonos y superando nuestra propia naturaleza. Pero en este caso, intentaré demostrar que es absolutamente necesario, que nos enfrentemos a nuestro presente desde estas dos perspectivas simultáneamente, lo cual nos hará tener una mirada realmente constructiva y crítica.
Para facilitar la reflexión, podemos descomponer la vanguardia y la tradición en sus elementos más simples y así descubrir la esencia que los constituye.
Cualquier tipo de movimiento vanguardista es esencialmente un movimiento de cambio, de reforma. Se proyectan una serie de ideas que son nuevas configuraciones de la realidad, y se intentan plasmar en el presente mismo. Es, por tanto, un movimiento totalmente necesario si una sociedad quiere progresar. Es el movimiento impulsor del cambio, y qué duda cabe que siempre hay aspectos de la sociedad que deben cambiar para mejor. Pero hay que tener cuidado y ser prudente, no todo cambio es para mejor. El siglo XVIII da buena cuenta de ello. Los ideales de la revolución francesa desembocaron en el terror de Robespierre, Goya pintó los monstruos oníricos de aquella sacrosanta razón. Con estos ejemplos no pretendo que se rechacen de plano, la revolución francesa ni sus ideales, sólo pretendo mostrar que la adopción total de este movimiento como única forma de pensamiento conduce al fanatismo o es ya una
forma de él. Por ello se hace necesario contar con el movimiento contrario, lo que nos situará en el lugar adecuado, un deseable estado de equilibrio, desde el cual podemos tener un punto de vista lo más objetivo posible. Pues la tradición, es un movimiento plenamente conservador, que mira hacia el pasado no sólo para recordarlo, sino para que se mantenga vigente en el presente vivificándolo, de tal manera que las cosas sigan funcionando tal y como lo venían haciendo. Este movimiento, adoptado de forma total nos mantendría en un quietismo insoportable ya que impediría toda forma de mejora. Pero adoptado conjuntamente con el movimiento vanguardista, aporta a este la capacidad de discernir correctamente aquello que ha de cambiar y lo que no. No podemos adoptar en exclusiva ninguno de los dos movimientos porque todos consideramos que hay cosas que han de cambiar para mejorar, y otras que hemos de conservar, pues es precisamente su conservación lo que nos hace mejores a nosotros. Y
esto ocurre a todos los niveles. Es notorio y palmario por ejemplo en el caso del lenguaje, este evoluciona, apareciendo así nuevas formas de expresión, pero tal evolución no sería posible si no conservásemos unas estructuras fijas gramaticales y sintácticas, que son precisamente el sistema sobre el cual puede producirse el cambio. Si estuviésemos continuamente inventando y cambiado la lengua no sería posible la comunicación.
El terreno artístico evidencia exactamente lo mismo, un pintor, músico, escritor etc. primero ha de aprender la técnica tradicional, a partir de la cual podrá elaborar su propio estilo. ¿Acaso alguien puede componer una sinfonía, si no sabe como lo hicieron Bach, Mozart o Mendelshon? Hay nuevas obras arquitectónicas hermosísimas, pero por ello ¿hemos de tirar abajo la Acrópolis ateniense, los palacetes florentinos o los diciochescos? Y yendo más allá, ninguna de las obras de la ingeniería más puntera y moderna, podrían haberse construido si no se hubiera conservado el saber sobre física y arquitectura atesorado desde la más remota antigüedad. En fin, es un hecho incuestionable que primero se aprende a leer y luego a escribir.
Vanguardia y tradición son dos caras de la misma moneda, que es la realidad histórica humana. Por ello, no seamos miopes, superemos la hemiplejía, el pensar sólo con una parte del cerebro que ha caracterizado este último siglo, y vayamos a los problemas mismos, más allá de cualquier ideología que a la luz de este nuevo movimiento resulta anticuada e inútil. Es la única forma de enfrentarse a los hechos, ya que los dos movimientos anteriores tomados por separado constituyen una huída, hacia el futuro o el pasado respectivamente, y por fortuna o por desgracia, los problemas sólo se solucionan aquí y ahora.
Lucía Prieto Castrillo
Trujillo, a 1 de Mayo de 2009.